San Juan Bautista

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sábado, 2 de abril de 2016

Actualidad de Tomás de Aquino – P. Leonardo Castellani



  Santo Tomás es sumamente actual, e irá siéndolo más y más in dies. La razón es que intelectualmente no existirán más que Hegel y Tomás de Aquino trabados en lucha a muerte, dentro de poco. Estamparé aquí una afirmación osada, que a quien le parezca disparatada o temeraria no tiene más que pedirme se la pruebe… Es ésta: en la época en la que estamos, la Época Atómica (yo la llamaría “Parusíaca”), no habrá más filosofía. Habrá solamente Teología; la filosofía habrá retrocedido a sus raíces religiosas. Habrá una lucha religiosa a muerte entre el ateísmo y la Iglesia Católica, es decir, entre la teología de Hegel y la de Tomás de Aquino. Podemos adelantar que Hegel vencerá, pero no para siempre.

  Hace ya un siglo, el gran Menéndez Pelayo exclamó (en Ideas Estéticas, tomo 4,1): “¡No hay filósofos, y quizás no los habrá ya nunca!”, que es lo que estamos diciendo. Tampoco los hubo después del gran crítico hasta nuestros días. Pero, ¿y esa bandada de filósofos diseminados por todo? Aquí en Buenos Aires tenemos cinco… No son filósofos: son profesores de filosofía. Son discípulos, seguidores, epígonos e Hegel. Y lo mismo se ha de decir, pese a quien pese, de Bergson, de Max Scheller, de Gentile, de Julián Marías y de Ortega, etc., etc. Son a veces brillantísimos expositores, pero filósofos no son. Son flor de un día.

  El de Aquino tiene en pos de sí a quienes podemos denominar filósofos sil vous plait: Rosmini, Maritain, Marechal, Zeferino Gonzáles, Balmes, Ramírez; Josef Pieper, Haecker, Peter Wust… y otros. Y una brillantísima falange de expositores, como Zigliara, Mercier, Gustave Truc, De Wulf, Descogs, Rousselot, Sertillanges, Mandonnet, Thonnard, Mánser, Bochesnski, Garrigou Lagrange, Gardeil, Gredt, Gilson, etc. Se podría llenar una página de nombres.

  Vean por otro lado las numerosas “escuelas” de filósofos actuales, si no están todas (excepto los tomistas) tocadas de una manera u otra por Hegel: desde los neohegelianos puros, que son legión, hasta los ateos marxistas, materialistas, fenomenólogos, nietzchenanos… Eso irá en aumento hasta que no queden en finiquito más que la religión en su forma más pura y el hegelismo también puro, es decir, panteísta y ateo, con sus derivados, naturalismo y modernismo.

  El causante de esta polarización en marcha fue un teólogo extraño y poderoso llamado Sören Kierkegard – si lo quieren mejor en español, Suero Kirgegord -. Al fin de su vida, todas sus posiciones principales (testigo su expositor, traductor y biógrafo, Knud Ferlov) coincidían con las de Tomás de Aquino. Sobre esto hemos escrito un libro (“De Kirkegord a Tomás de Aquino”). ¿Cómo lo hizo? Rebatiendo a Hegel, con una refutación definitiva que está en su “Posdata no científica definitiva” principalmente, y luego en el resto de su obra. Educado en Hegel y Lutero, se desprendió con energía de los dos en el largo itinerario a Dios de su corta vida. Murió reducido a la Iglesia Católica, pues al teólogo oficial de la Iglesia. Tomás de Aquino, ya había llegado solo, a oscuras, sin conocer de él ni una línea.

  El historiador idealista Kuno Fischer escribió que Hegel era la “cúspide de la filosofía”. Si hubiera añadido “moderna” estaría en lo cierto. Hegel es el final del camino antitomista abierto por Descartes. Es el anti-Aristóteles, el Aristóteles inverdio, patas para arriba: el devenir en lugar del Ser. Pero tiene una potencia de pensar y sistemar comparable a la del Estagirita. Pues bien, el endiosado Kirkegord lo derrumba entero con sólo tirarle el cimiento: el comienzo del filosofar no es el Devenir, sino el Ser. Antes que Heráclito, Parménides, y mejor la síntesis de ambos: Tomás, el “Buey Mudo”.

  Lo primero que conocemos son las cosas sensibles, que por abstracción de nuestro intelecto nos llevan a Dios, tanteado en las tinieblas de los Sumo. El principio de no contradicción “nada puede ser y no ser” (a la vez, en el mismo sentido), eliminado por Hegel, es el in-eliminable. Es el gozne mismo de nuestro pensar. Claro, el que elimina el principio de no contradicción puede llegar después adonde quiera: a decir que el Espíritu Absoluto es a la vez Dios y el hombre, en continua evolución , por ejemplo.

  La filosofía greco-latina-cristiana dijo su última palabra en el de Aquino. La filosofía antiescolástia-anticristiana moderna dijo su última palabra en Jorge Guillermo Federico Hegel. Ya no queda nada que inventar: sólo se puede glosar y, si acaso, reconstruir y completar. Kirkegord quedó sepultado casi un siglo, y lo resucitaron los alemanes, traduciéndolo del danés después de la Guerra del 14. Y Santo Tomás estuvo sepultado como seis siglos y fue resucitado por el Papa León XIII. Los dos escribieron para nuestra época, la Época Atómica; o, si quieren creerme, la Época Parusíaca.


P. Leonardo Castellani


Gladius – Año 5. N° 14 Pascua de 1989. Págs. 43-44.


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2 comentarios:

  1. Al hombre se le acabaron los caminos, una vez descubrió la energía atomica y las consecuentes bombas atomicas. Y llegado a la luna. Ir a Marte es un cuento, una ilusión feliz de "2001, una odisea del espacio", pero sin pie para Dios en el argumento. Estamos encerrados en la bolita donde nos puso Dios, y ya. Si es que los hombres llegaron a la luna, que lo dudo...

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  2. Caballero de Santiago3/4/16, 6:47 p.m.

    Es un artículo verdaderamente profético. ¡Grande Castellani!

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